domingo, 10 de diciembre de 2017

Javier Gómez Segura In Memoriam


17 de enero de 2016.

Ayer domingo fallecía por un infarto nuestro amigo, compañero y socio fundador de la Sociedad Española de Psicología Aplicada al Desastre, Urgencia y Emergencia Javier Gómez Segura.
Asumo con una profunda pesadumbre la ingrata tarea de glosar las virtudes del amigo que nos ha dejado. Ingrata por el hecho mismo de que se realiza cuando ya no está, cuando ya no puede recoger una pequeña parte de lo mucho que sembró; pero por desgracia suele ser lo habitual.
Por mucho que los psicólogos recomendemos expresar los sentimientos a nuestros seres queridos; en la mayoría de los casos, somos nosotros los primeros en olvidarnos. Por eso hoy me toca caer en el tópico de exponer, ya demasiado tarde, aquello que siempre hemos querido decir a la cara, pero que por miedo o pudor no hemos querido o no hemos podido llevar a cabo.
Cuando empezó la singladura de SEPADEM yo me encontré con siete compañeros, más o menos desconocidos para mí.
Javier 2
Javier primero por la derecha de rodillas
Javier era semidesconocido para mí, ya que si bien no había hablado nunca con él, si que había recibido referencias de él a través de otros compañeros, por cierto ninguna negativa. Así que cuando nos conocimos personalmente, no éramos totalmente desconocidos.
En los casi tres años de gestación de SEPADEM, siempre fue un pilar fundamental, alguien que estaba acostumbrado a la mediación y la ejercía entre nosotros para que este proyecto siguiera adelante.
La firma física del acta de constitución de SEPADEM se realizó en su despacho de forma semiclandestina un domingo por la tarde ya noche cerrada. Semiclandestina porque no teníamos local y él nos ofreció su despacho para la reunión.
Ya estaba constituida la sociedad, pero había que legalizarla, y repartir responsabilidades, por cuestiones prácticas se decidió que fueran los que vivían en Madrid los que asumieran los cargos representativos y organizacionales, como no podía ser de otra manera en su condición de miembro de la Guardia Civil dio un paso al frente y se ofreció. Yo tengo que reconocer que no me ofrecí, a mí me designaron.
En Javier tuve en todo momento un apoyo incuestionable a la hora de realizar gestiones, que, o bien nos repartíamos, o íbamos los dos juntos.
Se podría pensar que es lo normal, sino se supiera que además colaboraba con una asociación de víctimas del terrorismo, de donde sacaba el tiempo. Y pocos como él para conocer esta realidad, puesto que él mismo fue víctima de la barbarie terrorista.
Recién iniciada su vida en la Guardia Civil, sobrevivió a un atentado de ETA, vio a otros jóvenes compañeros caer en acto de servicio, cuando prácticamente no lo habían iniciado todavía.
Ejemplo de resiliencia, esa palabra tan de moda en la psicología de emergencias; ya que cumplió los dos criterios no solo resistir, sino crecer en el dolor.
Y como no podía ser de otra forma en una persona con un componente altruista tan desarrollado, decidió servirse de su experiencia para estar más cerca de otras personas afectadas y ayudarlas a salir a flote en medio del naufragio que se produce después  de haber sufrido un atentado.
Contaba la madre Teresa de Calcuta que un día llego contenta por que le había regalado su muñeca a una niña y se lo conto orgullosa a su madre; esta le contesto que no estaba bien, que si hacías algo para que los demás te lo reconocieran, no lo hacías de corazón sino buscando el reconocimiento.
Javier no buscaba el reconocimiento, jamás alardeaba de lo que hacía, y me entere por otras personas, de que él era psicólogo en una asociación de ayuda a las víctimas del terrorismo.
Todavía tengo en la menoría su intervención en las jornadas realizadas en Madrid, en las que participo SEPADEM. Lo difícil que es la intervención con profesionales que se convierten en víctimas durante el desempeño de sus funciones.
De cómo los Guardias Civiles de trafico pasan en una fracción de segundo de facilitadores en la resolución de la emergencia, con su pericia en la gestión del tráfico; en víctimas y cómo los compañeros se deben sobreponer y seguir realizando su función.
La Guardia Civil de Tráfico, su pasión. Recuerdo cómo después de firmar el acta fundacional de SEPADEM nos enseñó el pequeño museo de motos de tráfico y nos fue diciendo sus virtudes y nosotros le fuimos sacando  sus defectos; él era así, ensalzando siempre lo positivo.
Su pasión por sus pájaros con los que se abstraía y se defendía, de alguna manera de la carga emocional de estar en continuo trato con el sufrimiento ajeno intentado mitigarlo; al igual que sus viejos libros a los que después de pasar por su mano pacientes y delicadas les devolvía, con más vigor si cabe, el viejo esplendor que lucieron.
Podría seguir escribiendo sobre Javier mucho más, del profesor cercano a sus alumnos, pero yo no tuve la suerte de ser alumno suyo. Del gran profesional de las emergencias de esto hay hemeroteca más que suficiente para demostrarlo.
Pero seguro que él no lo aprobaría, así que voy a resumir a modo de epitafio final mi opinión personal sobre Javier.
Para mi Javier era un amigo leal que me supo decir lo que pensaba en cada momento, aunque fuera en contra de mi opinión; una persona altruista dispuesta a sacrificarse en bien de los demás. Una persona honesta  que puso su cargo a disposición de la junta por si esta quería cambiar de rumbo.
No puedo cerrar estas líneas sin agradecer el haber compartido parte del camino de la vida junto a Javier, muchas gracias y desde donde quiera que estés ayúdanos a seguir creciendo. 
Alfredo Guijarro Olivares. Presidente de SEPADEM.

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